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domingo, 14 de octubre de 2012

Lo que quiero es que te dejen en paz

                                                 
                                                         Lo que quiero es que te dejen en paz.

   Una de las mejores frases que me han regalado en los últimos tiempos. Se tienen problemas, todos los tenemos. Pero cuando intentas no buscarlos, no crearlos, incluso no salir a la calle por encontrar alguno... no importa, siempre hay alguna llamada que te pone de los nervios y te recuerda: estoy aquí, no te olvides, sigo siendo tu problema.

   Historias del pasado que no quieren quedarse en los empolvados y olvidados libros del último rincón de tus recuerdos. La verdad, se hubiera acabado con todo eso poniendo fronteras, límites totales. No soy hombre de fronteras, pero lo reconozco, debería de haberlas puesto... nunca es tarde.

   Ya me he fijado que a la gente le encanta manejar las vidas de los demás, yo les digo manzanaaaaaas, manzanaaaaaaas da a otro esa manzana envenenada.

   Siento poner fronteras, pero veo que la verde pradera donde puedes contemplar el claro horizonte de mis adentros está siendo descuidado, se utiliza sin permiso, se sabe más de mi hierba que yo mismo. Veo que los que un día disfrutaron de ella, hoy la desprecian pero quieren volver a utilizarla, sin permiso ninguno, quieren volver a ser propietarios y clavar la bandera del pasado, esa bandera descolorida y deshilachada de un país que un día existió pero  hoy por hoy  está acabado.

   Manzanaaaaaaaaas manzanaaaaaaaas, ya te dí las costillas Eva, come tú el fruto prohibido y te aproveche. No como nada robado, como de mi esfuerzo, de mi trabajo, de mi día a noche. Me alimento también de personas especiales que día a día están a mi lado alentando y dando ánimos, ayudando al caballo perdedor sólo porque vieron su nobleza, su interior. Gracias es una bonita palabra que os adorna.

   Manzana, manzanaaaaaaa, no la quiero, veo como en las películas de romanos que pueden estar envenenadas. De verdad, intento vivir, recuperar el derecho de mi existencia, por eso no me quiero manzanas envenenadas, cambiar de cuento por favor, os va mejor el de la chicharra, eso sí, por favor dejar a la sudorosa y trabajadora hormiga que pase su merecido invierno caliente en su hogar. Las nieves llegan y después de lo de ahora no quedará nada, dejar a la hormiga, se lo ha currado mientras las chicharras despreocupadas cantaban.

   Manzanas, manzanaaaaaaas, que no, no las quiero, las cambiare por Granada, y tú estarás a mi lado por tu apuesta, porque supiste ver los adentros, el trabajo, el castigo, el sufrimiento. Tú estarás, miraremos las nieves, las nieves  de Sierra Nevada desde la Alhambra. Tomaremos te, nos pasearemos entre humo de sabor a fruta y desierto, recitaremos poemas a la Luna, fundiremos la nieve con calor de amor.

   Para que quiero manzanas si están envenenadas... Siempre nos quedará Granada.

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