ESCUCHA EL AUDIO DE PLAÑIDERAS
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Plañideras.
Autora: Rox Martínez Cabezas.
Para esa familia de artistas
tan especial y cercana,
con cariño de este humilde
Gorrión de las Ondas.
Las plañideras eran mujeres a las que se les pagaba un dinero por ir a llorar a los entierros de desconocidos. La práctica fue prohibida en el siglo XVIII por la iglesia católica. A pesar de tal prohibición, el oficio siguió en algunas zonas de España, más o menos escondido y como la única manera de que los pobres ganaran algún dinero.
Antes de la prohibición, las plañideras se arrancaban mechones de pelo, se rasgaban las vestiduras, se golpeaban salvajemente, gritaban y lloraban mucho. Derramaban muchas lágrimas, depositándolas en unos frasquitos, bien pagados por cierto y que acompañarían al muerto en su último viaje.
Sinopsis:
Catalina Montesinos, viuda del ofertante Francisco de Odena y considerada la mejor plañidera de toda la comarca, recibe la petición de la señora de Entenza, Condesa de Prades, para ejercer, junto a sus dos hijas, Mercedes y Blanca, en el funeral de su marido, el Conde, a punto de morir. Sin embargo, la visita desata una tormenta de conflictos, destapa los secretos familiares y da pie al trágico y último llanto.
"Cuando una mujer llora, está poniendo
trampas con sus lágrimas"
Dionisio Cantón
"La ceniza nos iguala a todos"
Séneca
El interior de la casa olía a sudor y a medicinas y a cerrado.
La condesa recibió una carta de su servicio. La abrió rasgando el sello que lacraba el pergamino con la punta de su abrecartas. Fue un gesto seco, como el del manotazo que extermina a un mosquito. Sintió caer sobre sus pestañas copos de una nevada invisible, como si le hubieran erosionado los huesos todos los fríos del mundo, finísimos, diminutos, acumulados en la sucesión de temblores que, por un instante, pareció estremecerla.
Los dedos de la Condesa se aferraron a la carta y sus ojos engulleron, con avidez, las palabras.
El Conde estaba en el sofá exhausto, pálido y flacucho. Desde el rostro, gastado y descompuesto, esputaba sangre, tosía sin cesar y manchaba el pañuelo, de algodón, con grumos de sus coágulos...
El Conde tosía sin cesar.
La Condesa se quedó pensativa.
-No tienes muy buen aspecto, querido -le acarició la mejilla y le mesó las canas-. En fin, ya he recibido la contestación de esa mujer a la que tanto te empeñas en traer aquí. Aunque a juzgar por tu aspecto, será mejor que nos demos prisa o no llegará a tiempo.
La Condesa arrugó la carta. Se sirvió un licor. El Conde escuchó el borboteo del líquido rellenando la copa.
-Espero que estés contento querido -murmuró la Condesa-. En fin, ya tienes lo que pedías, aunque sigo diciendo que todo esto no creo que sea necesario, pero si esta es tu última voluntad, soy tu esposa y como tal he de cumplir las voluntades de mi marido -se aproximó a él...
Catalina quedó de pie delante del espejo. Se giró y se miró en él con la cara de satisfacción, mojó el pañuelo en el cuenco, se lo acercó a la cara. Se puso el velo.
-Cuantos años haciendo lo mismo Catalina, cuántos -murmuró-. Nadie de este maldito pueblo hará de ti cenizas. No tenías que haberle dicho a la Condesa que viniera, sabes como se las gasta y su marido no sabe tan siquiera pronunciar su nombre, tientas al azar el camino que te labras. La necesitas más que a nadie y tu orgullo, tu vanidoso orgullo, convertirá esta torre de marfil en papel -cambió de registro-. Aunque otra salida podría ser la de casar a una de tus hijas. Como no espabiles, en poco tiempo se dedicarán a vestir santos en lugar de llorarles. Tendrás que casar a Blanca, si quieres continuar contando las lunas en monedas de plata, además, es la que menos caso te hace. Así matas dos pájaros de un tiro. El hijo del Conde busca ser desposado y su fortuna bien crecida la tendrá en monedas y en tierras a la muerte del padre. A ver que tiene que decir la Condesa cuando sepa que nos podríamos convertir en su familia más directa. Puedo ver su cara. No es mala idea Catalina. No lo es -murmuró para sí misma acabando de ponerse el velo negro que le cubría todo el rostro...
Los feligreses y familiares cuchicheaban entre ellos alrededor de ellas.
Se miraron unos a otros. Murmuraban.
Ellas rompieron a llorar y entonces algunos hasta les hicieron alguna pequeña reverencia...
Eran hipócritas. Se ganaban la vida con el dolor ajeno. Era un talento con el que habían nacido, y a fuerza de plañir tenían acostumbrados los ojos, los músculos y el alma...
A media luz aparecía el mundo. El ambiente olía a perfume de rosas, de gardenias, de lavanda. Olía a jardín lleno de flores y plantas.
Blanca, sentada, miraba al cielo...
La sal se fue secando en sus mejillas y, a partir de ese instante, nada volvería a ser lo mismo...
Gracias Santi por estas fantásticas recomendaciones, Plañideras es una fantástica NOVELA con mayúsculas, el audio que nadie se lo pierda, porque es es brutal.
ResponderEliminarEl gorrión de las ondas, siempre recomienda joyas, además con los Reyes Magos ahí está novela es el mejor regalo. ¡Feliz 2023 a todos! Que éste año esté repleto de salud y buenas literatura para todos. Un abrazo enorme. 🙏🏻🤗😘😘😘❤️❤️
Muchas gracias Rebeca por tu comentario. Efectivamente es una muy buena recomendación en esta semana de ilusiones y regalos, Plañideras es una novela que merece la pena disfrutar. Feliz 2023 a todos.
ResponderEliminarQué maravilla has hecho para dejarse llevar y viajar al interior de la novela con una narración espectacular y tu elegancia como locutor.
ResponderEliminarGracias Santiago.
PD. Yo te tengo una sopresilla...ssshhhhhssss....
Rosana gracias por tus palabras, el mérito es de la novela, si no hay buen contenido el audio queda toralmente vacío
ResponderEliminarTrato, modestamente, dar luz a buenas obras como la tuya para que la gente tenga la oportunidad de deleitarse y llenarse de vidas, las vidas de las letras, para estos audios ésa es la meta.
Muchas gracias por la sorpresilla, me ha encantado y ya sabes te debo una.