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CARTA A UNA HIJA RESUCITADA
Carta a una hija
resucitada
Querida y resucitada Irene:
El motivo de la presente, es soltar de este herido corazón,
lastre caducado, venenos del pasado, palabras que fueron puras cuchilladas, sentimientos
envueltos en lágrimas que el destino con creces se ha cobrado y, por supuesto,
agradecerte aquella milagrosa llamada en la que nuevamente volviste a formar
parte de mí.
No pude ver el milagro de tu primer momento, ese mágico
instante que fue tu nacimiento. Quise entrar a recibirte, pero, aquellos eran
otros tiempos, los doctores de La Paz no me lo permitieron. Me dolió mucho no asistir
a tu alumbramiento porque eras mi pedacito de cielo viniendo a la vida, mi más
hermosa esperanza para seguir conjugando futuros verbos, pero…
Sin embargo, más suerte tuve con tus hermanos. A su
recibimiento sí me dejaron entrar. Siempre recordaré esos primeros momentos llegando
a la vida, sí, allí estuve yo, han sido los instantes más hermosos de mi existencia,
ver vida, saliendo a la vida. Gracias por esa magia y gracias por haberme
elegido a mí; a veces pienso que no os merezco pero… La verdad, siempre he
hecho todo lo posible por mostraros las cosas más importantes, según mi
criterio, por enseñaros a ser buenas personas en este difícil camino. En este momento,
la verdad, me siento orgulloso al ver el resultado, porque la verdad mucho,
mucho os quiero.
Irene, tu fuiste en mi vida el primer milagro, todo un gran regalo
¡cómo disfruté esos momentos! Pero, como has podido ver. la vida no es como uno
desea, si no como el destino te lo plantea, él nos cambió de rumbo, solo te
puedo decir que lo siento mucho, no era esa mi intención, pero …. Pasó lo que
pasó. Me quedo simplemente los buenos recuerdos: tu luminosa y alegre sonrisa
de estrellita. El tete que siempre adornaba tu carita, con esos paseos por el
Burgo Centro (tú quizá, no, pero yo sí los recuerdo) íbamos juntos de la mano,
siempre igual, caminando con el Fraguel sobre tus bracitos ¿creías que me había
olvidado? Pues no Irene, no puedo olvidar estos tesoros que forman parte de mí,
y es que cariño, tú eres un pedacito de este corazón partido, sí, te lo repito,
siempre has formado, formas y formarás parte de él.
El destino nos trocó la vida, un inesperado y amargo momento
nos separó. Tres añitos tenías, tres, tres mil lágrimas lloré al tener que
dejarte de ver. Quizá debí tomar una distinta decisión, pero quién sabe, es
difícil el presente como para volver a intentar un pasado diferente. Y es que no
podía consentir verte como un objeto, una moneda de cambio, tú no eres eso, no
hija, no. ¿Quién es el culpable? Jamás lo sabré. La verdad, no culpo a nadie,
fue cosa del pasado, esos odios y rencores que afortunadamente ya pasaron. No
me gustó lo que vi, decidí no sufrir más y que tu madre disfrutase de ti. Entonces
me alejé, negras nubes lloré al partir conjugando el verbo morir. Sí, así de
duro fue el doloroso epitafio que escribí: “Mi niña, hasta los 18… Y no lo olvides
que mientras tanto debes de ser feliz”.
Fue un presentimiento, porque justo a esa edad, recibí tu
llamada, Irene, volví a llorar, pero de alegría, créeme que la emoción me embargó
al oír tu voz, 15 años es mucho tiempo de lapidario olvido, sé que a ti te pasó
lo mismo, niña, eres mi hija, has heredado muchos gestos míos, no me lo puedes
negar.
Gracias, por haber elegido los consejos de tu corazón, no te
importe que alguna vez te hayan fallado, para el aprendizaje es la moneda de
pago. Hoy te escribo, después de haber pasado tantas hojas de calendario, hoy
que por fin hemos charlado. Han sido momentos en que el Nirvana, comparado
contigo, me ha parecido un simple caramelo. Escuchando tu voz, te miraba y me
decía en los adentros: cómo ha cambiado, era una beba y ahora toda una gran mujer
y es que en 15 años avanza mucho el tren. Gracias una vez más, por esa bonita charla,
eres una persona que sabe lo que dice y quiere, gracias por tus besos de dulce
miel, gracias por tus abrazo que calentaron a mi herido corazón, gracias por el
paseo agarrados de la mano, gracias por la sensación que no sentía desde hacía tanto...
Hija, te pido perdón, por no haber estado a tu lado en el
pesado pasado y es que algunas veces somos por la vida muy maltratados. Tuve
que tomar una salomónica decisión, porque dividirte en dos nunca es una buena solución.
Vuelvo a agradecer el regalo de vida que me diste, en esos
inolvidables momentos de ilusión, ellos fueron los que hicieron nuevamente
latir mi corazón. Te amo, Irene, te quiero una jarta, hasta el infinito y más
allá, me consuela que lo pasado te servirá para cuando seas madre, sé que las
carencias afectivas que sufriste, ellos nunca las pasarán.
Espero que me hayas comprendido, mi hija resucitada, si en
el pasado te enterré, fue por no sufrir más ninguno de los tres, quizá me
equivoqué, pero lo que sí puedo asegurar es de lo orgulloso que me siento de
ti, contemplando la gran mujer en que te has convertido, tú sola, sin mi ayuda,
tú sola, con un gran esfuerza. Me hubiese gustado haber estado a tu lado en todos
los malos ratos que has pasado, pero ya ves… no pudo ser. Confío que una nueva
luz premiará ese pesado con el amor que te fue negado.
Irene, ya sin más de ti se despide este padre que tanto te
quiere, deseando poder vernos más a menudo, tú y yo solos, aunque no venga ese
tal menudo.
Tu padre: Santiago Cerro, el Gorrión de las Ondas.
Entrañable carta, eres un maestro de las letras transformas un pasado pesado, en un futuro de relación entre padre e hija, donde el pasado no condiciona el presente y futuro, genial, las decisiones salomónicas dan frutos gratos a largo plazo
ResponderEliminarNo sé puede estar impasible ante tanto dolor que pasaste. Solo tú lo sabes. Me has emocionado. Solo deseo que disfrutes ahora de su compañía y su futuro.
ResponderEliminarJosé María
Eliminar«C'est magnifique». Un escrito de los que importan, como diría Anne Ernaux, algo duro, pesado, ligado a las condiciones de la vida.
ResponderEliminarEl dolor del corazón, es difícil plasmarlo con tanta belleza. Yo que también lidio en esa plaza y que el milagro parecía que iba a ser y no es, me quito el sombrero por la capacidad de transmitir también y con tanta exactitud y grandeza la ingrata experiencia por la que tuviste que pasar. Ojalá la vida siga dándote de vuelta todo lo que por años te ha negado y que no dejen de suceder milagros como este. Gracias por la fantástica locución que sin duda alguna, te habrá costado lágrimas de nostalgia y alegría a la vez. Un poético abrazo, amigo mío. Nunca dejes de cantar. 🤗😘😘❤️❤️❤️❤️
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel, como te prometí la carta escribí... Estas son cosas de la vida que nos tienen que reforzar, hacer uno en todo momento lo que cree y debe, lo demás de la cuenta del destino corre.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, las llamadas telefónicas nunca sabes cuando llegan, un abrazo.
Gracias José María, sólo uno sabe lo que en su casa tiene, lo importante es hacer en todo lo momento lo que crees qu es correcto, lo demás son caras lecciones que si sabes aprender te refuerzan.
ResponderEliminarMerçie beacouse Ismael, ya sabes que el ring es duro pero, clinnnnnncccc a veces suena la campana para disfrutar del rincón.
ResponderEliminarRebeca, muchas gracias por tus experimentadas palabras, entre bomberos de pieles quemadas entendemos pero... Lo importante es salvar a la gente del incendio. Un abrazo en soneto...
ResponderEliminarIndudablemente Santi, nunca traicionaste a tu corazón. Si acaso tomastes una solución salomónica por las circunstancias que a veces la vida te obliga pero eso no te hizo renunciar a los sentimientos que nunca dejasteis de sentir por tú hija y que afortunadamente ella comprendería cuando ya era adulta. No hay mejor demostración de amor y cariñol la que sale de tú boca pero el que habla es el corazón. Tanto tú como ella debéis de estar orgullosos de no esconder vuestros sentimientos y romper las barreras de los errores pasados.
ResponderEliminarSiempre te he admirado por tú noble y sincera forma de expresar tu manera de ser y tus sentimientos.
Un fuerte abrazo Santi.
Entrañable y emotiva carta. Me has removido tantas vivencias!!!!
ResponderEliminarCuánto dolor en esta magnífica redacción abierta a la esperanza.
Un fuerte abrazo.
Muchísimas gracias anónimo y Carmen por vuestro comentario siempre se aprende de las experiencias, ojalá no se repitan mucho. Gracias.
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