ESCUCHA EL AUDIO DE LA LEYENDA DEL CHARRO NEGRO
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La leyenda del
Charro Negro
Cuenta la historia de
un espectro que alguna vez fue hombre y que, por su permanente ambición, fue
condenado a sufrir los tormentos del infierno y a ser el cobrador de quienes,
como él, tienen deudas pendientes con el diablo.
Estoy hablando de:
La leyenda del
Charro Negro
Cuando el sol
comienza a esconderse y las gallinas trepan los árboles para dormirse, las
madres meten a sus hijos, las puertas de las casas son atrancadas y los
viajeros apresuran el paso mientras rezan. Nadie quiere encontrarse, con el
Charro Negro.
El Charro es un
ente que toma el nombre por su atuendo. Siempre que se aparece, viste un
elegante traje de charro color negro con detalles de oro o plata. Cuando se
aparece en la noche se le puede ver montado sobre su caballo: un gran animal
cuyos ojos son dos bolas de fuego que parecen hurgar en el alma de la víctima.
Los citadinos tenemos
suerte pues el Charro Negro sólo acecha en las lejanías de la urbe y se
presenta ante aquellos que viajan solos.
Dicen, que es porque
los solitarios son una presa fácil. Quizá sea por el miedo que sienten y que a
veces los incita, a tomar malas decisiones.
Pero, ¿sabías que
aquel espectro alguna vez perteneció al mundo de los vivos? La leyenda del
Charro Negro cuenta que se trató de un hombre traicionado por su propia
ambición y avaricia.
El Charro provenía de
una familia humilde. Sus padres, aunque lo amaban, nunca pudieron cumplirle sus
caprichos. Al Charro siempre le gustó ir bien vestido, a veces incluso, no
comía durante días para ahorrarse unos pesos y con lo juntado, poder completar
para comprar un buen sombrero.
Sin embargo, estaba
cansado de su indeseada pobreza. Por más que trabajaba, el dinero nunca le
alcanzaba y tenía que andar todo el día con las manos llenas de tierra.
Tiempo después,
murieron sus padres. Al quedar solo, la miseria del Charro aumentó
considerablemente por lo que tomó una decisión que cambiaría su vida: invocar
al diablo para pedirle riqueza.
No se sabe cómo lo
consiguió, pero finalmente, Lucifer se apareció. Aquella entidad supo leer los
ojos y el espíritu del hombre que lo había convocado, así que de inmediato le
ofreció cantidades de dinero que ni siquiera en dos vidas podría gastar. Lo
único que pedía a cambio, era su alma.
El Charro, en ese
entonces era altivo y valiente así que la Estrella de la Mañana no había
logrado asustarlo y aceptó.
Pasó el tiempo y poco
a poco la juventud del Charro comenzó a despedirse. De repente, se dio cuenta
de que estaba cansado de gastar sus riquezas en mujeres, apuestas, vino y
costosos trajes. A la vez, una sensación de soledad le oprimía el pecho, tanto
que apenas lo dejaba respirar. Nadie lo quería por lo que era, sino por las
riquezas que poseía.
El Charro ya se había
olvidado de aquel trato que lo maldijo eternamente. Por eso, cuando se le
apareció el diablo para recordarle que la hora del cobro estaba cerca, se
asustó como nunca.
El terror invadió a
nuestro protagonista hasta el último rincón de sus entrañas. Recordó su deuda
y, por cobardía, comenzó a ocultarse. Mandó al personal de su hacienda a poner
cruces por toda su propiedad y a construir una pequeña capilla.
No obstante, el
recuerdo de la deuda pendiente no lo dejaba dormir ni disfrutar de los pocos
meses que le quedaban de vida. Así que, en un arranque de miedo tomó a su mejor
caballo junto con una bolsa que contenía unas cuantas monedas de oro que aún no
se había gastado. Emprendió el viaje durante la noche, para que nadie lo viera
huir.
Sin embargo, el
diablo se dio cuenta de que el Charro faltaría a su palabra así que volvió a
aparecer frente al jinete y su caballo pero esta vez, con el fin de llevárselo.
—Iba a esperar a que
murieras para cobrar la deuda que tienes conmigo, pero, como te ocultas
cobardemente, te llevaré ahora —dijo el diablo.
El Charro no tuvo
tiempo de responder. Cuando se dio cuenta, su caballo, encabritado, trató de
patear al demonio pero era tarde, los brazos de su amo habían comenzado a
secarse y su carne a desaparecer. Solo le quedaba el ajuar de Charro encima de
los huesos blanquecinos. Entonces el diablo volvió a hablar:
—Veo que tu bestia te
es fiel, por eso ha de ser maldita igual que tú y condenada a acompañarte en tu
viaje hacia el infierno. Aunque, de vez en cuando, quiero que hagas algo por
mí, cobrarles a mis deudores. Si haces bien tu trabajo, dejaré que el hombre
que acepte esa bolsa con monedas de oro que traes, tome tu lugar.
Una gran leyenda mexicana contada, de manera magistral.
ResponderEliminarTerrorífica. Magníficamente ambientada y contada. Sí, señor.
ResponderEliminarIsmael.
Muchas gracias anónimo por tu comentario, la verdad es que esa leyenda de noche campera merecía darle vida. Gracias.
ResponderEliminarMuchas gracias Ismael, no hay que hacer gran esfuerzo para contar una leyenda que habla por sí misma y te pone los pelos de punta, muchas gracias amigo
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