El músico callejero

El músico callejero

Sucedió en Madrid, un día feliz para un chico que nunca lo visita, esto del internet tiene sus ventajas, había quedado con un grupo de amigos de sitios geográficamente distintos, estaban encantados viendo tantas cosas nuevas, un sábado esplendoroso de esos alegres cuando el sol acaricia Madrid.

No se sabe cuanto recorrieron pero sí lo que disfrutaron, iban chicos y chicas, ya sabéis a esa edad, el amor anda revoloteando y estás en esa edad tan bonita de esos primeros amores y de esas amistades que nunca se olvidaran.

Calles nuevas a sus pies, gentes diferentes a la de otros días, una completa gozada y el tiempo corre pero no lo ven, lo disfrutan. Tiendas diferentes a las de sus lugares de procedencia, vamos para aquí, vamos para allá, y el tiempo sigue pasando. Las caras son de felicidad, por fin se conocieron en persona, se van gustando, es lo que esperaban o quizá más de lo esperaban.

Gracias a los transportes públicos de Madrid, se fueron trasladando de un lado a otro y con sus juergas y sus juegos el tiempo fue pasando. Salieron del vagón del metro y empezaron a recorrer pasillos, en este había algo especial, los sonidos de una guitarra eléctrica pintaron los oídos de arco iris, el grupo quedó embrujado por ese músico. Si es un de los muchos músicos callejeros que inundan los pasillos del metro, aman tanto la música que se atreven a tocar en ese escenario pobre, sin lujo alguno, donde mucha gente que pasa ante ellos en realidad pasa de ellos. Pero siempre hay alguien como ellos que ama la música, se detiene ante ellos y le escuchan, incluso le echan monedas. Este es el caso de este grupo, el amor por la música, se detuvieron ante él, le escucharon y dejaron alguna moneda para el músico. Empezaron a dialogar con él y a decir que uno de ellos sabía tocar la guitarra, la verdad es que está aprendiendo a tocar por su cuenta, eso tiene su mérito. Al final el músico invitó a este muchacho a que tocase algo, bien, tomó la guitarra e interpretó esa pieza que a muchos nos pone la carne de gallina, esa pieza tan bonita de la película Titanic. La gente pasaba, miraba y echaba monedas, él a lo suyo a su canción, a su amor a la música.

Al terminar, el músico le felicito e intercambiaron números telefónicos, hablaron de la música y le entregó al muchacho las monedas que le echaron mientras tocaba, si este es su primer sueldo gracias a la música, es poco pero en un futuro se puede acordar de este primer sueldo, la vida da muchas vueltas y los premios están por repartir.

El muchacho se negó a recibir el dinero, pero el músico insistió tanto que por fin lo aceptó y se marchó. Siguió la música y cuando más concentrado estaba el músico el muchacho regresó, le echo todas las monedas que le dio, el músico le lanzó una mirada pero el muchacho le dijo: estas monedas son tuyas ahora, tú te las estás ganando, tú eres el que tocas ahora, sigue amando a la música.

Sabéis una cosa, yo habría hecho lo mismo, estoy orgulloso de ese muchacho y sabéis por que, porque soy su padre y me honra actuando tan honradamente.

Algún día no muy lejano ese muchacho será alguien importante, aunque ahora ya es muy importante para mí, su padre.