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domingo, 21 de enero de 2024

PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO: 9 EL SOLDADO DEL BOTÓN MAGENTA. ERNESTO OLANO.

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PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO.


9 El soldado del botón magenta.

Autor: Ernesto Olano.



A Ernesto Olano por su entrega
hacia los demás.



<Ahora mismo, uno de los peores olores que me sobreviven es, sin lugar a dudas, el que desprendían los caballos en las cunetas. Aquello te arrastraba al vómito. Muy desagradable también a la vista: animales nobles con sus vientres hinchados y abandonados de la misma manera que uno se desprende de una postilla.

Pero la guerra era así y estaba plagada de olores igual de nauseabundos o peores, pues a cada cual se le atravesaba uno. Las trincheras estaban llenas de olores y de soldados. ¡Soldados! Todos vestidos de azul horizonte. Vaya nombre para un color tan crudo y limitado. Un soldado sólo podía ser aguerrido, impecable, varón, duro, dispuesto, patriota, valerosos, celestial; pero yo... yo...>

Lucas Maes



LA CARTA. 
París actual, febrero 1928.

La Gran Guerra. Aquella barbarie nos marcó para siempre. Rompió con todo lo conocido hasta entonces. Cuatro años de cuerpos mutilados y caras desfiguradas que retornaban incapaces de sostener ni una cucharilla. Millones de muertos. De ella salimos hechos añicos por muy vencedores que nos sintiéramos. Y luego las toses que poblaron los años siguientes y las huelgas y los levantamientos. Aunque si de algo nos podemos sentir orgullosos los franceses es de nuestra mala memoria; una suerte que nos facilitó perder el miedo sin aún haber pasado página. De la desolación a las fiestas desenfrenadas, y del luto a los modelitos de Coco Chanel. Todo sin tiempo para asimilarlo. De pronto reíamos como si nos pagaran por ello. ¡Menudos somos cuando nos ponemos!...


Al entrar, la puerta accionó un cascabel que colgaba de marco. El camarero ni me miró.

-Buenos días. Entiendo que usted debe ser Alphonse Renoir. -Y desde una de las esquinas, la voz de mi confidente me reclamó con cierta sorpresa mientras yo seguía admirando el lugar-. Vaya, me lo imaginaba con más edad.

Lucas estaba ya sentado. Apenas había nadie más allí, sólo un viejo que, a pequeños sorbos, se tomaba una copichuela. En cuanto a Lucas, no le convencieron mis veintinueve años recién cumplidos. Él estaba con un periódico que dobló tres veces antes de señalarme el lugar que debía ocupar en la mesa. Yo también quise saludar:

-Sí, ese soy yo: Alphonse Renoir. Estas trazas de cartulario me delatan allá donde voy. Buenos y frescos días. Espero que pronto empiecen a subir las temperaturas, este invierno está siendo terrible. Como dice mi madre: <Para febrero guarda leña en el leñero>.

Es cierto me lie a decir sandeces. Cuando constaté que el soldado no iba a entrar en conversaciones facilonas, allí mismo dejé las frases hechas y le extendí la mano para preguntar por su nombre.

-Encantado de conocerle, señor...

-Señor M -me respondió seco, sin adornos, incómodo-, dejémoslo en señor M. Creo que así es como debería de referirse a mí en lo sucesivo. También a lo largo de su posible artículo. Señor M a secas.

Levantó el gesto para quedarse en mí y después de un ceñido carraspeo, continuó.

-Hágase a la idea de que no tengo nombre...


LAS TRINCHERAS
Frente Occidental, 1916.

<Éramos muy inocentes. Aún nos veíamos guapos con el uniforme aquel del que no encontrabas cuatro piezas iguales. Y como todavía no habíamos entrado en combate, para nosotros todo era una genial aventura. Creíamos que la guerra sería ver alemanes cayendo a nuestro alrededor mientras corríamos por amplios campos floridos. Qué engañados estábamos, señor Renoir. Cuánto odio nos habían inculcado hacia aquellos diablos luteranos; cuánto... Empujados por ese ardor guerrero hasta nos gustaba la sopa de guisantes, y eso que las legumbres siempre estaban secas. Perdíamos el tiempo bordando en las solapas: 73 regimiento de fusileros>

Ypres seguía en pie sólo en algunas zonas, en otras tenía ya las cicatrices de la avanzada enemiga. Aquel lugar llevaba dos años de embestidas intermitentes y volvía a ser el escenario elegido para una nueva batalla. ¿Qué tendría aquel lugar? Lucas acababa de cumplir los veinticinco años y entre su equipaje se había llevado un libro: Madame Bovary, claro...

El dieciocho de octubre de 1916 por fin se hicieron efectivos los reemplazos y tanto Lucas como Pascal, y también Bouchet, fueron enviados a primera línea pertrechados de fusil, bayoneta, una pala y una cantimplora. Urgía abrir nuevas vías de enlace para abastecer al ejército francés y tratar de sorprender al enemigo. Kilómetros de túneles. Las tropas se alternaban en las trincheras a fin de evitar que claudicaran en espíritu. Las deserciones y los tímidos motines se solventaban a base de fusilamientos que ponían a todos firmes...

El humo y la pólvora lo inundaban todo.

-¡Lucas! -gritó Pascal- Pégate a mí. Sígueme. Yo te cuido, tú me cuidas.

Pero una ráfaga que pasó a escasos centímetros del soldado Maes le dejó sordo y aturdido. Lucas no pudo escuchar a Pascal, que echó cuerpo a tierra en un acto reflejo. Todo el mundo trataba de salvarse.

A Lucas le estuvieron zumbando los oídos un buen rato, rato en el que, por suerte, el fuego de mortero no quiso emplearse con él. Se mantuvo errático, como un boxeador sonado hasta que al fin logró reaccionar. No podía seguir quieto y por eso, tras volver en sí, empezó a buscar a sus amigos entre la muchedumbre. Cerca de él apareció Bouchet que a rastras llevaba a un fusilero herido. Intentaba ponerlo a resguardo. Lucas seguía en shock, pero quiso ayudar...

El fusilero herido tosía. Tenía una herida muy fea en el estómago. Tenía los ojos abiertos y miraba fijo como queriendo atrapar sus últimos segundos de vida. <Te pondrás bien>, le dijo Lucas acercándose al muchacho, pero Bouchet lo tenía claro. En cuanto Lucas levantó un poco la vista, este le corrigió con un leve gesto de cabeza. El fusilero tenía una dentellada que ni con cuatro manos como las de Bouchet se podía taponar...


EL MALETÓN
París, La Petite Chanson, 1926.

Y leí la novela que Lucas me había prestado: Madame Bovary. Extenso libro. Me gustó, aunque el trágico final de la protagonista me produjo una profunda desazón. ¿Por qué aquella novela?, ¿acaso pretendía mi confidente quitarse la vida? Muy improbable. No parecía ser de ese tipo de personas, pero sí empecé a sospechar que antes o después acabaría hablándome de pasiones ocultas, de tentaciones y precipicios a los que uno no puede evitar asomarse...


DONATIEN FORTABAT


Aquel oficial de figura imperial era Donatien Fortabat y aquella misma tarde, para escarmiento de todos, se encargaría, revolver en mano, de ajusticiar a los culpados sin juicio previo que tenía a su espalda...

Y llegado el momento, y cuando por fin era suya toda la atención de los uniformados, aquel ser sádico, feroz, narcisista, pidió por las cuatro almas que iba a ajusticiar una oración plagada de cinismo...

Mientras Donatien Fortabat hablaba, Lucas no podía dejar de fijarse en uno de los reos, estaba convencido de saber quién era, pero no terminaba de estar seguro. Fue un gesto del sentenciado el que le hizo salir de dudas. Fue su forma de llorar hacia adentro con un tic nervioso que no le permitía dejar de parpadear. Efectivamente, se trataba de Perpignan, del raquítico Perpignan, el mismo muchacho que días atrás fuera incapaz de encenderse un cigarrillo. Insistía el alto mando en el discurso mientras las ramas de los tejos gemían al fondo. Y Perpignan lloraba de una manera compulsiva.

Después empezaron a sonar detonaciones: ¡Pum! ¡Pum! Dos por condenado y cabeza. Condenados que esperaban con las manos atadas y la vista en el suelo. Cuando le llegó el turno a Perpignan, este paró inmediatamente de llorar. Fue valiente en ese preciso instante. No se movió. No dijo nada. Quizá nunca fuera cobarde. Por suerte, la cabeza de Perpignan ni siquiera estaba allí cuando recibió los disparos. <Menos mal>, suspiraba Lucas al contármelo. La mente de Perpignan estaba con su familia, seguro.

Alta traición. Palabras excesivas para nadie. Traición. La patria ante todo. ¿Y dónde quedábamos nosotros, las personas? ¿Acaso la patria no se comprende de personas? ¡Personas! Cada cual con su propia individualidad. Valientes, con bigote, sin él, también cobardes, pero merecedores de vivir. Personas calladas, charlatanas como Bouchet, altas, bajas, mujeres, niños, judíos, gitanos... ¿Quién decide quien es digno de vivir?, ¿un oficial? ¡Un oficial! Cerré los ojos cuando ese malnacido ejecutó a Perpignan...


CORRE, ¡CORRE!

<Nosotros los soldados, éramos polillas, pero mancas. Queríamos volar aunque solo tuviéramos un ala y, llegado el caso y si fuera necesario, a base de morder el viento. ¿Por qué no? Saltar y atarnos a su cola de un mordisco. Así de fácil, así de imposible. Es cierto señor Renoir, no habíamos ido hasta aquel enclave para convertirnos en tumbas y por eso seguíamos tratando de volar.

Pocas cosas buenas se podían extraer de la guerra, casi ninguna, pero tenía una virtud que no se le podía negar: sabía separar a los que querían vivir de los que querían matar. Nosotros simplemente queríamos vivir>.

Imposible olvidar aquellas palabras del señor Maes...


-¡Fuego! ¡Fuego!

Fue lo primero que se le ocurrió. El asunto estaba en llamar la atención, crear desconcierto. Y enseguida empezaron a encenderse ventanas que lo pararon.

Entonces fue cuando Lucas salió.

Con las dos partes siquiera diferenciadas uno de los violadores preguntó:

-¿Dónde está el chico? -Era el maldito oficial, el inhumano Donatien-, Philippe, cariño, ven con papá.

Sus palabras sonaron terroríficas. Hasta los gatos que hurgaban en las basuras se estremecieron.

-¿Qué chico? Aquí no hay ningún chico -se atrevió a balbucear Bouchet...

Dio igual, Donatien Fortabat podía estar muy ebrio, pero no se había olvidado de ver y pronto localizó al chiquillo. Philippe tenía su camisa blanca rota. Y una herida en la ceja. Y arañazos por todas partes. Y algo de sangre en el labio. Y el alma hecha añicos...

-Quitaos de en medio, a ese chaval voy a hacerlo un hombre. No pasa de hoy sin que pruebe a un alto mando del ejército francés. A los maricas los paso por el sable. ¡Apartaos!...

-Ni se le ocurra dar un paso más, oficial. Quieto o disparo. Todos quietos. ¡Quietos!

Lucas se cuadró bien para apuntar directo al corazón de Fortabat. Después comenzó a caminar hacia atrás con idea de dar aquel entuerto por concluido...

-No puede disparar a un oficial. No sea estúpido, soldado. Suelte inmediatamente ese fusil y denos al chico. Yo soy el que promete no recordar mañana su cara. ¡Ahora suelte ese fusil! No se condene por un puto...


LA FUNCIÓN

-Damas y caballeros, mis queridos soldados y libertadores del pueblo...

-Son tiempos de cartas en el frente, de reencuentros y despedidas entre líneas. Son tiempos de lecturas inmortales. Nunca los libros nos abrieron tantas ventanas por las que escapar. Por eso voy a recitar unos versos de Guillaume Apollinaire, el poeta soldado...

-Dedicado a todos aquellos que en algún momento se hayan sentido amados o hayan amado con todo su corazón:

<Canta un pájaro no sé dónde
debe ser tu alma siempre en vela
que entre los soldados se esconde
su canto me alcanza por la vereda.

Te escucho cantar en mi mente
no sé desde qué rama cantas
mas noche y día eternamente
nunca tu tacto me falta.

Qué decir del pájaro que ama
su vuelo siempre me alimenta
del alma que canta en la rama
de amor el cielo y cielo en magenta.

Ave del soldado que trae amor
y es mi amor una hermosa niña
una tan bella en mi corazón
incansable a mi lado trinas.

Ave azul como la razón
azul que en mi pecho llora
haz que oiga tu dulce canción
y calle la ametralladora.

Que desaparezca esta lejanía
que la luna sea tu balcón
va así la noche va así el día
amor, tú eres quien me da valor>

Y estrofa a estrofa, Philippe fue leyendo aquellos versos. Se dejó llevar a pesar de que le temblaba la voz y, con esa verdad que se percibía en cada una de sus palabras, mantuvo a la audiencia en vilo. Así hasta que terminó.

Segundos después, el público comenzó a ponerse en pie. Los militares tardaron en levantarse un poco más, pero al final rompieron con su rigidez marcial para acompañar a los demás que ya estaban aplaudiendo. No hubo ni uno solo que no aplaudiera...




LOCUTOR Y PRODUCCIÓN: SANTIAGO CERRO, EL GORRIÓN DE LAS ONDAS.


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domingo, 14 de enero de 2024

PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO: 8 COMUNEROS LA REVOLUCIÓN DE CASTILLA. ENGEL DE LA CRUZ.



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PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO.


8 Comuneros la revolución de Castilla.

Autora:  Engel de la Cruz.



Para aquellos que nunca pierden la esperanza.
Engel de la Cruz.             


PREFACIO: ICÓNICO, IRÓNICO, INSÓLITO


… Este momento de la historia es icónico, irónico e insólito.

Porque se ha transformado en una imagen clavada en el subconsciente colectivo donde tres caballeros se enfrentan con la muerte sin que aparezca ni un solo esbozo de arrepentimiento ni deshonra. Solo la mirada serena y digna de quien ha comprendido que todo lo que se crea, no se destruye y que, de alguna manera, su historia se escuchará. Icónico.

Porque una derrota en un campo castellano, castigado por el lodo de una lluvia que bien parecía un castigo bíblico, significó más que una victoria fatua, unos fuegos artificiales que ascienden, brillan hasta cegar y desaparecen. Porque su derrota fue la victoria sobre el peor enemigo, que es el olvido, y bajo su recuerdo hoy el pueblo que se siente unido celebra cada año, baila y festeja. Irónico.

Porque por primera vez, en los albores de la era del absolutismo, un puñado de frailes, de curas y de funcionarios se atrevieron a mirarse a ellos mismos desde el pasado y dialogaron con el futuro, atreviéndose a ser hombres de bien cuando la vida los pedía que simplemente fuesen súbditos. Porque en esta historia las mujeres luchan y lloran y se ponen al frente de un ejército o desafían las leyes de su sangre para ser ellas, cuando la vida les pedía que fuesen las mujeres y las hijas de ellos. Insólito.

Este es un libro de historia. Y aunque la historia nunca deja de ser historia, tampoco deja de estar movida por lo único que existe: el amor...



Antes de meternos de lleno en nuestra historia, es necesario retroceder en el tiempo unos cuantos años. Puesto que Isabel la Católica mure en 1504 y Fernando el Católico, 1516, los protagonistas del conflicto vivieron el reinado conjunto de los Reyes Católicos, bien como testigos directos o bien desde un recuerdo más o menos lejano.

El impacto y el legado de sus católicas majestades no es desdeñable, ya que su reinado supuso una verdadera renovación dentro de las difusas y anquilosadas relaciones entre la corona, los nobles y el resto de la población. Odiados por muchos y ensalzados por otros, desde un punto de vista objetivo no puede negarse que supieron cumplir con su objetivo: concentrar el poder en torno a su persona...



…Decir que la Revolución de las Comunidades tiene una base principalmente económica es decir una verdad a medias. Muchos han sido los autores que han definido a este movimiento como un movimiento meramente antifiscal y de carácter materialista. Para ellos, un pueblo llano hambriento, una burguesía descontenta con las políticas económicas que favorecían únicamente a las ciudades exportadoras y unos impuestos abusivos fueron el auténtico motor de la revolución...



En 1504, se inicia un período especialmente duro. La muerte de la reina Isabel coincidió con unos años de severas sequías y epidemias, llegando a su punto álgido en 1507, cuando la crisis agrícola, acompañada de un fuerte brote de pestilencia, hizo que este año fuese terrorífico. Según el cronista toledano Pedro Alcocer, en este año <…las tres lobas rabiosas andavan sueltas, que eran hambre, guerra y pestilencia>. El panorama, pues, no podía ser más desolador. Pero las fuerzas de la naturaleza, dentro de su ordenado caos, concedieron una tregua al año siguiente, donde el clima fue más benigno y empezaron de nuevo las buenas cosechas. Esta recuperación económica coincidió con la vuelta de Fernando de Aragón como regente del reino tras la muerte de su yerno Felipe el Hermoso, casualidad que muchos personajes coetáneos convirtieron en causalidad: igual que la muerte de la reina católica trajo la desgracia, el regreso de su esposo trajo la bonanza, lo que denominaron <el año verde>



En 1517, habiendo pasado un año desde la coronación de Carlos I, la ciudad de Burgos propuso reunir Cortes con el fin de provocar la llegada del soberano. Esta reunión sería ilegal, ya que según la jurisdicción solo el rey podría convocar Cortes y su propuesta fue rechazada por ciudades como Toledo, donde el cabildo pedía prudencia y paciencia a los procuradores. Aun así, la presión y el miedo a que el infante Fernando, hermano de Carlos, pudiese ganar adeptos y producirse una guerra civil hizo que finalmente la escuadra borgoñesa pusiese rumbo a la costa cantábrica.

Podemos imaginar el estupor que sintieron los lugareños cuando el 19 de septiembre de ese año vieron nada más y menos que cuarenta naves en las que viajaba junto al rey un séquito de unas doscientas personas. El desembarco con su honroso recibimiento iba a producirse en Santander, pero quiso la fortuna que arribasen en la playa de Tazones, cerca de Villaviciosa, donde nadie esperaba tan magno acontecimiento y los vecinos, lejos de alzarse en vítores, huyeron despavoridos hacia el interior creyendo que iban a ser atacados e incluso, los más valientes, quisieron hacer frente con palos y horcas a quienes pensaban que eran piratas...



Codiciosos. Ese adjetivo que ya hemos repetido varias veces no fue un epíteto puesto en vano por las gentes del reino. La proclamación de Carlos como rey de Castilla era muy conveniente para ellos por dos motivos: aumentar las posibilidades de conseguir el imperio y poder traspasar fondos a un país arruinado. Aunque el concepto de <deuda pública> suene a tiempos modernos, es una realidad existente desde la misma creación de los estados. A la muerte de Fernando el Católico, la economía castellana estaba bastante saneada, con un comercio en expansión y un notable crecimiento demográfico y mercantil. La situación en esos momentos era totalmente opuesta en Flandes: la corte mantenía su lujoso esplendor, pero estaba ahogada por las deudas y los créditos que había solicitado a banqueros privados e incluso al propio rey de Inglaterra. Aparte de esta deuda, era necesario recaudar fondos de la manera más rápida posible para sufragar por un lado la elección de Carlos como rey de romanos en 1518 y como emperador al siguiente año.

Ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico conllevaba convertirse en el hombre más poderoso de Europa...



El 7 de noviembre fue remitida una carta desde Toledo hacia Castilla, la cual suponía una autentica declaración de intenciones:

<Paréceme que sobre tres cosas nos debemos de juntar y platicar y sobre la buena expedición de ellas enviar nuestros mensajeros a Su Alteza; conviene a saber: suplicarle lo primero, no se vaya de estos Reinos de España; lo segundo, que en ninguna manera permita sacar dinero de ella; lo tercero, que se remedien los oficios que están dados a extranjeros en ella>…



Don Carlos, que se encontraba en este tiempo en Aragón haciéndose jurar en Cortes, rechazó la petición de que se le manden mensajeros. Esta postura implicaba en cierta o bastante medida que el rey no estaba dispuesto a atender los asuntos de Castilla mientras estuviese en Aragón y viceversa. En el ayuntamiento de Toledo, los regidores, entre los que se encontraban Pero Laso de la Vega, Pedro Ayala y Hernando Ávalos, recibieron el rechazo entre el estupor y el enfado. Entre esta lista de regidores se encontraba también un nombre que se ha convertido en sinónimo indiscutible de la Revolución comunera: Juan Padilla.

Sobre los orígenes de este caballero se ha escrito mucho, por pertenecer este a un linaje destacado dentro de la media nobleza castellana. Pero no todo lo que se ha escrito tiene por qué ser real, ya que aparte de encontrarnos con un personaje histórico, también se asocia al arquetipo de héroe, y no hay héroe que no tenga un origen mítico tras él...


Segovia será la primera ciudad donde empezó a reinar el terror y en la que tuvieron lugar los acontecimientos más violentos. Reunidos los recaudadores de impuestos de la población, la mayoría protesto contra la política real y acusó al corregidor y a los altos funcionarios de haber traicionado a la población permitiendo que se votase el servicio. Uno de los funcionarios allí presentes, Hernán López Melón, mostró su disconformidad con tales acusaciones, llegando a amenazar a aquellos que se quejaban de las disposiciones reales. La indignación que causaron sus palabras llevó a que una multitud enfurecida lo linchase y le causase la muerte. Lo mismo sucedió con otro funcionario que protestó al día siguiente de los hechos por el terrible asesinato cometido...


El 10 de junio, el alcalde Ronquillo recibió desde la corte la orden de investigar el crimen del procurador. Puesto que en medio de la sublevación no se podía hacer nada, se decidió recudir a medidas más drásticas empleando la fuerza. La ciudad fue sitiada por tropas imperiales comandadas por el alcalde Ronquillo. Finalizando el mes y viendo Ronquillo que la ciudad, capitaneada por el regidor Juan Bravo, no se rendía, decidió pedir que acudiesen más tropas imperiales para recrudecer el asedio.

Juan Bravo nació en Atienza en 1484, siendo su padre el alcalde de la ciudad y su madre María de Mendoza, por lo que era primo materno de María Pacheco. Curiosamente, también guardaba algún parentesco lejano con el obispo Acuña. En 1516, fue nombrado capitán por el cardenal Cisneros para formar parte de un cuerpo de guardia de la Corona, proyecto que fue desechado por la alta nobleza y que conllevó que Bravo empezase a oponerse al rey y a los grandes, dando paso a su etapa como líder revolucionario...


Llegaron al fin a la plaza de Villalar, donde se encontraba el cadalso. Allí fueron sentenciados sin juicio previo, dada la urgencia que se tenía para ejecutarlos. Juan Bravo pidió morir en primer lugar porque no quería ver cómo moría Padilla. Este se lamentó al ver la cabeza cercenada de su amigo y dijo:  <¿Ahí estáis vos, buen caballero?>. Miró detrás de él y vio a Enrique de Sandoval y Rojas, hijo del marqués de Denia, al cual encomendó un relicario y un rosario de oro que llevaba al cuello para se lo entregase a su esposa. Se arrodilló musitando una oración y le pidió al verdugo, el cual acometía su servicio con una gran espada, que fuese más ligero que como había sido con Juan Bravo. Su cabeza fue cortada de la misma manera, al igual que la de Francisco Maldonado, el último en subir al cadalso.

Juan Padilla tenía apenas 30 años; Juan Bravo, 37, y Francisco Maldonado, 41.

Toda esta escena tuvo lugar ante la brillante mirada de los capitanes del Ejército realista: el condestable, el almirante, el duque de Medinaceli y el conde de Haro entre otros.

Las cabezas fueron clavadas en una pica para que el pueblo pudiese ver el cruel destino que les esperaba a los traidores del rey...


María Pacheco, la leona de Castilla.

<¿Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas?>

<No sé que pecados fueron los vuestros, para que os cupiese en suerte marido tan poco sabio, y a él cupiese mujer tan sabida. Suelen ser las mujeres naturalmente piadosas, y vos, señora, sois cruel; suelen ser mansas, y vos brava; suelen ser pacíficas, y vos sois revoltosa; y aún suelen ser cobardes, y vos sois atrevida>.

Con estas palabras se dirigía fray Antonio de Guevara a la propia María Pacheco. El reproche, el recelo y el enfado hacia una mujer que, simplemente, había tomado las riendas de su vida y de toda una ciudad.

Como si de una Eva bíblica se tratase o una Helena de Troya, María sería la causante de la guerra al poner a su marido, hombre tranquilo y maleable, ideas perversas de traición al rey. Así parece la figura de doña María como la de una Lilith ambiciosa y su marido como un Adán manso que, al dejarse someter por su mujer, provocó la perdición no solo suya, sino de miles de hombres que corrieron una suerte funesta...
 

María López de Mendoza y Pacheco, la leona de Castilla, la centella de fuego, la última comunera o el último comunero, la brava hembra, nació en Granada, seguramente el 14 de marzo de 1947. Su linaje era uno de los más poderosos de España, siendo hija de uno de los grandes más destacados de la época: don Íñigo López de Mendoza, marques de Mondéjar y conde de Tendilla...


Las campanas de todas las parroquias toledanas tañeron al mismo tiempo y una multitud se congregó delante de la casa del capitán toledano dando muestras de dolor, llorando y gimiendo con gran pena. Ningún príncipe fue tan llorado en la ciudad como Juan de Padilla. En cuanto a su viuda, quedó deshecha de dolor, pero no destruida. Con más ímpetu impulsó la causa toledana, atrincherándose en el alcázar con las milicias comuneras, reclutando soldados y recaudando impuestos. Como relata uno de sus criados: <A cabo de ocho días, como varonil señora, cubierta de luto toda y sus andas, se mudó al Alcázar y dallí comenzó a apercibir la defensión de la ciudad contra el Prior de San Juan (…) porque, como decía ella, si se saliera o rindiera luego, hubieran de maltratar al pueblo>.




Me despido con CANTO DE ESPERANZA, del romance LOS COMUNEROS de Luis López Álvarez:

<1521
y en Abril para más señas,
en Villalar ajustician
a quienes justicia pidieran.
¡Malditos sean aquellos
que firmaron la sentencia!
¡Malditos todos aquellos
los que ajusticiar quisieran
al que luchó por el pueblo
y perdió tan justa guerra!
Desde entonces, ya Castilla
no se ha vuelto a levantar
¡ay, ay!
no se ha vuelto a levantar
en manos de rey bastardo
o de regente falaz,
¡ay, ay!
o de regente falaz,
siempre añorando una junta
o esperando un capitán
¡ay, ay!
o esperando un capitán.
Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de Marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán:
cuanto más vieja la yesca,
y más duro el pedernal:
si los pinares ardieron,
¡aún nos queda el encinar!>.



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domingo, 7 de enero de 2024

PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO: 7 EL LEGADO DE LA GAVIOTA. RUBÉN GARCÍA CEBOLLERO.

  


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PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO.


7 El legado de la gaviota.

Autor: Rubén García Cebollero.



A mi abuelo Juan José, que en paz descanse,
por enseñarme entre otras muchas cosas
que por más cultivado que andes por el mundo
por el camino brota siempre más de un
"tontolaba".                    
.



PRÓLOGO Y DEDICATORIA GENERAL


La vida está llena de pérdidas. Y cada cual pierde a su manera. Podría haber sido este poemario una larga elegía que afilase las palabras, y puliera las aristas del silencio. Sin embargo, sabe el poeta que la vida sigue, y que todo se mezcla en un crisol de emociones.

Por eso canta también a la alegría cotidiana, a los detalles, a las grietas que nos permiten construir la estela del presente.

El legado de la gaviota es el testimonio de un dolor severo, la consecuencia del tiempo que nos desmenuza, y un ejercicio de fe del poeta cabra, el poeta samurái, el poeta mago que aspira a ser un maestro del eco.

A Angüés. A Huesca. A Barcelona.
Por los seres humanos. Por la pasión. Por los paisajes....


 A mi abuelo Juan José, que en paz descanse, por enseñarme entre otras muchas cosas que por más cultivado que andes por el mundo por el camino brota siempre más de un "tontolaba"...


A quienes quiero y a quienes me leéis, a Jordi Virallonga, Raquel Lanseros, Eduardo Moga, Javier Velaza, Anay Sala, José Corredor Matheos, Carlos Marzal, Angélica Morales, Ben Clark, Begoña M. Rueda, José Manuel Soriano Degracia, Carla Nyman y un largo etcétera, con Ismael, Rebeca, y Santiago, por compartir los latidos de poesía viva.

A Rox y a Aitana porque en la más profunda oscuridad dan un aliento de luz...


"La vida es muy rara, acabe como acabe", canta un verso de Louise Glück, en Vita Nova. Y no seré yo quien vaya a quitarle la razón. La vida es como es, y no como nos gustaría que fuese.

Quizá por eso los poetas buscamos la poesía, la casa de la misericordia, nos diría Joan Margarit, contra todos los tiempos de intemperie que nos presenta el mundo.

Quizá este poemario debía ser elegíaco, pero no sé ser de otra manera, y pese a todas las rarezas mi canto es siempre una invitación a vivir. A sobrevivir. A ser mejores. Siempre....





¿DÓNDE ESTÁS, JUAN JOSÉ?

A mi abuelo materno,
In memoriam.


Sabíamos que era él por las manos.
huesecicos tozudos forjados por la tierra reseca,
la amplitud de los campos y los ciclos del pueblo.
Manos que sostuvieron una bota de vino
para dar un buen trago, o un puñado
de almendras para darle al gaznate
algo de vida. Manos que conducían
un eterno tractor y cuando hacía falta
salían de caza con la vieja escopeta.
Manos de dedos largos y corazón enorme
acostumbradas más al silencio que a la palabra,
y a la mirada noble, en paz y maña.
Repicaron a muerte las campanas de Angüés.
Manos que nunca deseamos ausentes
y que siguen estando ahí, igual que si volvieran
a levantar un vaso, una botella, una cerveza
o a sonreír frente a un aceite o un tomate.
Manos que cultivaron uvas, patatas, almendras,
perfumadas de albahaca por el trigo, trigo
de San Lorenzo, y que se atusaban el bigote
igual que la calma en medio de la peor tormenta.
Manos que casi llegan a cumplir los cien años
y parecen tocar incontenibles lágrimas,
su manera tan parca de desear buen viaje,
la hospitalaria fuerza que le daba a la vida,
la dignidad de ser un baturro incansable,
el corazón de un mundo que le llora en silencio.
Es natural que estés, y ya no estés.
Sabíamos que era él por los recuerdos
que de pronto nos ahogan la garganta.
Todas sus palabras que son versos y voces
perdidas en la niebla.
No somos más que un piazo queso
que se esfuma de golpe.
Todo el dolor del mundo es esta ausencia
que resuena en tu nombre.
Este silencio inmenso que sonríe
en la flor del almendro.
Sabíamos que hay manos que nos sostienen siempre.
Incluso cuando duele
la vida que se ha ido.
Manos que se despiden
con vino, era y huerto claro.
Un suspiro es la vida
y se fueron sus manos.




VACUNAS DE ESPERANZA


Siempre se puede empezar otra vez.
Siempre se puede amar aunque rechine el suelo,
aunque se abran las ventanas y el mundo olisquee
igual que un perro de caza indicando a la presa.
Cada día es del que quiere volver,
del que resiste, de quien siente en los dedos
el poder de la vida, la fiereza
invencible de nuestra resistencia.
Algunos disfrutan con los golpes.
Algunos creen más en la muerte
que en su vida y creen que los demás
debemos ser tan zombis como ellos.
Nada quedará de sus nombres.
No habrá memoria de la mala gente.
Todo vuelve a empezar
aunque ladren los perros.
Aunque crean que el miedo
que ellos sienten
se nos va a contagiar.




VERSIONES Y (DES) VERSIONES


A Ismael López, @Ismaellg90
por las lecturas y la filología.

No sé si Ahab odiaba a Moby Dick
ni si el viento del Pequod
olía a reminiscencias de Nantuckett
pero cada palabra que logremos salvar de la catástrofe
es un acto de fe insobornable.
Lo más fácil sería no embarcarse
temer la oscuridad del oleaje
y mantener la calma aunque nunca nos calme
la impaciencia. Nos llega siempre la llamada
de un no sé qué que perseguimos
con la vida apostada en el tablero
      aunque dudemos 
                siempre
                                                           de todas nuestras dubitativas sílabas.



EN LA QUIETA PENUMBRA

A Santiago Cerro,
mientras un gorrión canta
y el cielo aún no despierta.

Ahora quisiera escribir un haikú
mas la farola
dibuja un claroscuro
lento e incierto.

No amanece la luz al mismo día
ni un mismo lugar a ser el mismo
vuelve. Todo es tan fugitivo
que todas las respuestas
conducen a preguntas que ya no formulamos.
El tiempo deshecho entre los dedos
aletea con rastros de memoria
entre los restos de los rotos recuerdos.
Escribir un haikú que concentrase
el misterioso aliento
de este instante.


LOS PEDAZOS DEL ESPEJO


A Rebeca Aracil,
por el oxígeno de la resurrección.

Habrá un mañana en el que no escuches
el ruido familiar de los platos fregados
el goteo doloroso de la vida contra el fregadero
igual que se detienen de la máquina de escribir o del piano
las teclas vencidas por las losas.
Habrá un mañana de flores que olviden
lo que cuesta la vida, la terca resistencia necesaria
para que el aire llegue a los pulmones, y por las venas
lata la poesía irreductible
del mar que acuna los espejos.
A veces hace falta que nos rompan las olas en pedazos
para reconstruirnos la liturgia y el credo
de las pequeñas cosas, del pequeño milagro
de abrir los ojos, de ahuyentar a los monstruos,
la ternura nos tiembla entre los dedos,
y sonreír a esos días azules.
El mundo no es lo mismo sin ti.



EL ERROR PERSISTENTE

Si yo no estuviera seguro
de que ni siquiera sabe escribir su propio nombre
pensaría que ha leído a Lorca.

"Zainab"
Elogio del error
Imad Abu Salah


A Rox y Aitana,
por los vuelos pendientes
y el arte compartido


La ilustración de Teo Peiró
de la portada que sostengo
de Elogio del error
mostraba un pájaro muerto,
de plumas azules y pecho amarillo.
Compramos la edición en Besalú.
Editorial Karwán, como quien reconoce
una joya al instante.
Algún tiempo después
mirando al horizonte, azul,
amarillo también, desde Lloret de Mar,
sin saber que a mi abuelo la vida se le iba,
ya se le estaba yendo, yo no sé si él pensó
si era mejor entierro nocturno, igual que si ésas
cosas pudieran percibirse igual que nos despierta
la acuciante llamada del dolor.
Lo que sí recuerdo es aquel vuelo
tranquilo de más de una gaviota
y tú que te acercaste y me dijiste
que tendría que escribir,
igual que describía la gaviota su vuelo,
el legado de la gaviota.
Y sentí, como diría Lorca,
que las cosas que se van no vuelven nunca
y entre el claro gentío de los vientos es inútil quejarse.
Ahora todo es distinto
aunque parezca que todo es lo mismo.
Amanece que no es poco.
Sonríe William Faulkner.
Aunque la brújula vacile sobre el nuevo cuadrante,
aunque la tierra firme esconda tiburones,
nos arrastran las olas del destino
con alas de gaviotas en la mirada.
Las medusas azules y amarillas
desde el fondo del mar meriendan pulpo y raya,
y la vida es tan sólo lo que queda de té,
el poso del sorbito, el efímero rosario
de todos los vuelos que aprehendimos
y el error de todo
lo que nunca intentamos.

Ahora todo lo que llora limpia
el error persistente.



 LOCUTOR Y PRODUCCIÓN: SANTIAGO CERRO, EL GORRIÓN DE LAS ONDAS.


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