ESCUCHA EL AUDIO DE LA LEYENDA DE LA LLORONA
EL TEMPLO DE LAS ÁNIMAS. ESPECIAL NOCHE DE DIFUNTOS.
4 La leyenda de la
Llorona.
A Alejandro Carmona
por construir un Templo en las ondas
llevando la magia y el misterio
a todos los hogares.
La leyenda de la
Llorona es una de las más populares y versionadas narraciones en México. A
pesar de eso, todas coinciden en tener como protagonista a una mujer. Conoceremos
la versión de esta desgarradora leyenda que se cuenta en Puebla, vamos pues a
comenzar con:
La Leyenda de la
Llorona
La fogata ardía y las
llamas se agitaban como si quisieran escapar de algo. De repente, todo quedó en
silencio, ya nadie reía, nadie hablaba, la callada oscuridad de la gélida noche
nos abrazó. Solo permanecía el susurro de un viento frío que acariciaba
nuestros rostros agitándonos los cabellos. Entonces, como si se tratara de una
película de terror, una mujer emergió de entre los árboles.
Todos sabíamos de
quién se trataba: “¡cuidado con la Llorona!”. Nuestros abuelos y padres nos habían avisado
de su existencia, no cabía la menor duda, esa mujer salida de la nada era ella,
la Llorona. Traté de convencerme que no era real, no podía serlo, pero la
realidad era lo que estaba viendo, el etéreo cuerpo de la Llorona.
La mujer lanzó un
terrorífico y estremecedor grito. Miré los rostros de los demás y una palidez
extraña los había poseído. Sus cuerpos estaban inmóviles como si temieran
llamar la atención de aquella aparición; no puedo negarlo, yo también tenía
miedo.
Quise moverme pero la
Llorona estaba demasiado cerca de mí, las piernas simplemente no me respondían.
De pronto, sus gritos cesaron y una calma tenebrosa invadió el ambiente. Sin
embargo, el silencio no duró mucho.
De pronto, la Llorona
levantó el velo que le cubría el rostro. Como si se tratara de un rito
demoniaco, dejó al descubierto su pálido y demacrado rostro. Sus ojos parecían
hurgar en lo más profundo del alma. Me miró e intenté desviar la vista pero una
especie de magia me lo impedía. La contemplé y entonces comenzó a hablar…
“No, yo no era como
me ven ahora, yo era hermosa, no estos despojos de mujer atormentada, ¡pero fue
su culpa! La culpa de ese hombre. Él me engañó, ¡me destrozó el corazón!”, dijo
la Llorona con una voz tan afligida como si fuera capaz de revivir el momento
que la trastornó, una y otra vez en esta infinita angustia.
“Yo lo amaba, pero
éramos muy distintos. Él era un criollo, sus padres eran ricos y yo no tenía
nada, solo mi amor, así que sin pensarlo me entregué a él. Formamos un lazo que
dio como fruto dos pequeños… mis hijos”.
“Pasaron algunos años
y el amor que creí que sería para siempre, se terminó. De la manera más cruel
me dijo un día ‘voy a casarme’, ¡y yo me volví loca!, le dije que no podía
hacer eso, que yo lo amaba, que teníamos dos hijos, pero él me tomó de las
manos violentamente y dijo que yo era una ‘cualquiera’ que solo quería su
dinero… dijo, ¡dijo que yo no lo amaba y que me quitaría a mis hijos! Mis
hijos, mis pequeños hijos… Así que esa noche supe que tenía que hacer… él no
podía llevarse a mis niños, yo jamás lo permitiría”.
“Esa misma noche fui
por ellos y les dije que iríamos de paseo”…
“Caminamos como
siempre lo hacíamos, iban muy contentos, recuerdo sus saltitos y su alegría tan
infantil, tan inocente… Casi me arrepentía de lo que estaba a punto de hacer
pero, justo cuando llegamos a la orilla, escuché una voz que gritaba ‘mátalos’,
‘mátalos’. ¡La voz no se detenía y no sabía qué hacer!, quería que se callara
pero no lo hacía. Una terrible ira me invadió y recordé al canalla que me había
humillado, al canalla que quería quitarme a mis hijos. Sentí como todo el amor que
tuve hacia ese hombre se transformaba en un colérico odio.
“Sin pensarlo más,
tomé a mis hijos sumergiendo sus cabecitas en el agua. Ellos luchaban por su
vida, daban golpes al agua, pero yo no dejaba de presionar sus cabezas hasta
que de repente, su cuerpos dejaron de moverse”.
“Entonces comprendí
lo que acababa de hacer. La voz ya no me hablaba y un dolor gélido y agudo,
como espada, poseyó mi cuerpo asentándose en mi pecho. ¡Había matado a mis
hijos! Yo, su propia madre, la que tenía que cuidarlos y protegerlos, les había
arrebatado la vida, ¡no pude más!, ¡la gente jamás lo entendería!, nadie podrá
entenderlo… ¡una madre que mata a sus propios hijos! Así que me metí al río
hasta que el agua cubrió por completo mi cuerpo y en ese total abandono dejé de
sentir ese cruel dolor…
El espíritu terminó
el relato, una lágrima tras otra fue humedeciendo su ajado rostro. Me pregunté
cómo podía un hombre utilizar de esa forma a una mujer, también me inquietó que
una madre pudiera asesinar a sus hijos y, lo que es peor, me heló la idea de cuanto
tiempo tendría que vivir esta atormentada ánima con la carga de tan terrible
dolor.
La Llorona nos lanzó
una última mirada. Se fue mientras gritaba aquella frase que terminó de congelarnos
la sangre: “Aaaay mis hijos”. En ese momento, hasta el aire pareció
entristecerse. El grito de la Llorona se alejó de nosotros igual que ella, pero
el silbido del viento permaneció como el recuerdo de una desgracia latente que
sería imposible olvidar.
LOCUTOR Y PRODUCCIÓN: SANTIAGO CERRO, EL GORRIÓN DE LAS ONDAS.
#elgorrióndelasondas
#relato
#historia
#literatura
#postcad
#blogspot
#montandoalavida