ESCUCHA EL AUDIO DE VUELA CON EL GORRIÓN A UNA NOCHE DE AMOR. PROGRAMA 1
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ESCUCHA EL AUDIO EN LAS CALLES DE FEBRERO
ESCUCHA EL AUDIO DE AL LECTOR
Al lector.
A Rubén García Cebollero por
apostarse en la resistencia.
<Sé buena, dime cosas incorrectas>.
LUIS ALBERTO DE CUENCA
Lo siento. Esto no es un poema.
Tengo la mala costumbre
de poner mayúsculas y comas,
de no escribir cada estrofa en caja baja,
de ordenar un discurso
(o al menos intentarlo)
con sus debidos conectores.
A veces, incluso hablo de amor,
de ese que está mal visto
y que hoy merece hoguera.
Me sirvo además de héroes antiguos
y princesas indefensas. Llamo
a las cosas por su nombre
y con nombre propio nombro
(ocasionalmente solo)
a todo aquel que me preste un verso.
Y como ves: tampoco desdoblo el lenguaje.
Así que lo siento, amigo mío.
Será mejor que no me leas,
que no te detengas en esto
que no es un poema. Ya
tú conoces, lector, este monstruo delicado,
hipócrita lector,-mom semblable, -mon frère!
ESCUCHA EL AUDIO DE EL SILENCIO DEL BAMBÚ
Hace mucho tiempo, allá por el siglo x, el poeta japonés Sakino ōkiōi Mōchigimi escribió: «Se ha ido el año. Lamento haber envejecido. / Veo una flor y se apaga mi queja consolado». No encuentro versos mejores para sintetizar El silencio del bambú de Rubén García Cebollero, un poemario que desde los silencios grita ahora una verdad como aquella: ante el inevitable paso del tiempo y su catástrofe; el pormenor, el instante, la flor acaso postulada como el único consuelo. Así el poeta barcelonés, poema a poema, insta al lector a vivir en la sencillez, en el hoy es siempre todavía de Machado, y lo hace quizá para que no nos rindamos ante «el pulso helado de todos los lugares / que alguna vez deshabitamos», para que no nos veamos «arrastrando la pérdida y el peso / de nuestra levedad». La razón no es baladí y la lección más antigua que el mundo: «carpe diem, quam minimum credula postero», diría Horacio; «fugit irreparabile tempus», versaría Virgilio; «Exprime el hoy y su paso fugaz. / La vida está más allá del bosquejo», nos sugiere Rubén, aunando ambos tópicos. Mas no quiero que se piense que se trata de un tema manido, pues la literatura —como todo— es cuestión de enfoque, de perspectiva: «puede ser el mismo / libro otro distinto libro». De hecho, ¿qué es la vanguardia si no reescritura? En cualquier caso, al final, solo importan las cosas del principio, como bien sabe Luis Alberto de Cuenca
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Con todo, los versos de este poemario manan del sosiego en las horas de la hiperactividad, del valor de un vaso de bambú en el precio exacerbado del consumismo, de la paz y el silencio ante la masacre, la guerra y el ruido de la pérdida. Porque, efectivamente, en Rubén también mora un fuerte compromiso social, pero sobre todo ético. Él pone su katana al servicio de lo justo, de la paz, de los pequeños milagros cotidianos, de la felicidad de júbilos minúsculos o de la necesidad inane de la poesía. Supongo que son los códigos del samurái, su bushidō personal, su modo de estar dispuesto a la muerte por la vida: una vida que sea la causa finalis de sí misma, al igual que el cerezo, que florece a pesar de los días grises. Escuchen El silencio del bambú, en su eco encontrarán respuestas. Estoy seguro.
SACRIFICIOS URBANOS
He llegado tan pronto
que me parece tarde sin saber porqué.
Farolas silenciosas me iluminan
y los árboles juegan a la estatua
con los ausentes vientos de septiembre.
Algún coche circula adormecido
alargando las luces a su paso
y perdiendo su estela fugitiva
igual que el parpadeo de un verso.
Quizá se suponía que la vida
iba a ser otra cosa iba a durar
mucho más, y nada nos podría
curar de su impacto desastroso.
Debajo de la carta del dolor
todo es descomposición.
Somos las ruinas de un futuro
corroído por el silencio.
Y a veces, con los ojos borrosos,
intentamos percibir
el nítido recuerdo
de cuanto decidimos olvidar.
LA MEDIDA DEL CLAVO
A veces basta con sentir
que no consientes nada.
Mides la forma informe
de todo el escenario
y poco importa
el ataúd, o el horno crematorio,
que ponga fin al drama.
Cada segundo cuenta. Cada instante
importa.
¿Qué has decidido hacer
hoy con el día?
Cada repetición que no repita
este lento silencio,
y cada variación con la que intentas
sobrellevar el tiempo que sucede.
Las cosas siempre pueden
ir peor. Ir mejor.
Lo que no cambia nunca
es la terca sonrisa del rey cabra.
COMETAS DEMORADAS
A Aitana, por la flor de sakura
Para tu onceavo cumpleaños
compramos un par de cometas
que esperabas volar en una playa.
El envío resultó demorado
y al final de la fiesta había luna llena.
Dos días después seguían sin llegar.
A mucha gente le sucede lo mismo
con lo que esperan de la vida.
Con lo que creían que iba a ser.
Ya sea porque esperaban a los bárbaros,
o porque necesitan una excusa
para alejarse de su ahora, su antes y su hoy.
Hay cometas que vuelan
aunque nunca se tengan,
y ninguna sonrisa
puede borrar las velas,
las olas, el auténtico amor
de quienes valoran los pequeños detalles,
y de quienes saben aún bien lo que cuesta
conseguir un milagro.
CON CARA DE RATÓN
Si tuviera un gato
te arañaría los calcetines
y los destrozaría
ovillados en forma de ratón.
Detrás de su silueta por la casa
un rastro de pelos dejaría
y maullaría tras su mirada esquiva
un tranquilo: "trabajas para mí".
Quizá lo llamaría Hacienda.
Lo arañaría todo. Lo mordería todo. Todo
estaría en el mundo para su diversión.
Y esto te incluye a ti. Nos incluye
a todos. Todas las ratas creen
que la trampa con queso
no va a costarles la vida.
Y tu gato sonríe
porque conoce el precio
de tanta destrucción.
Y también, en la sombra,
quien te manda.
Y para quien trabajas.
CON CONSTACIA POÉTICA
A Ismael López, por las conversaciones
Mantén la guardia arriba
y esquiva cada golpe
que te arroje la vida.
Encaja su desgaste.
No dejes que los días
te sequen la garganta.
Plantea tu defensa,
con un verso que aguante
los envites de la desolación.
Sabes lo que nos duele la derrota,
el dolor que te deja en la mejilla
cada gancho y castigo, las costillas
rabiando, y en la espalda ese peso
cansado del mundo que no entiende
las reglas del boxeo.
Pero sabrás también
que has ido acumulando entre tus dedos
la fuerza necesaria
para alcanzar el fulgurante k.o.
cuando menos lo esperen
con un profundo y fugitivo verso.
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