ESCUCHA EL AUDIO DE LA VIDA ES UNA CAJA DE FRESONES
Pero el arte está ahí, igual que la resaca, la espuma evaporada, el sabor de la última cerveza. Y todos esos cines, todas esas películas, todas esas historias que hemos ido cantando, incluso con poetas que solo cantan ya desde su muerte, y es por eso que en este poemario, La vida es una caja de fresones, con el telón de fondo de un homenaje a Juan Ramón Jiménez, para descubrir qué queda de un Nobel, tras su inteligencia, su Platero y sus ecos, también desfilan Lorca, Machado, Miguel Hernández, y algunas y algunos otros, junto al calor del cine, que ha dado luz a muchos instantes, alumbrando ráfagas de felicidad, en todos esos mundos en los que nunca falta una excesiva oscuridad...
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LADRIDOS AL OCASO
La vida es una caja de fresones,
sonríe Forrest Gump mientras se deshidrata
frente a la calurosa playa de Chipiona
y sediento suspira
cuanto todo le duele.
Lo difícil no es contar una historia.
Lo difícil es saber como sigue.
¿Qué tal le iría a E.T. en su lejana casa,
qué fue de la ajada Pretty Woman,
cómo soportó el insoportable, lento y largo tedio
en la comarca Frodo?
Y pienso en los ojos absortos de Juan Ramón Jiménez,
en las tapas amarillas de una vieja, gastada, descolorida edición,
en las sepias fotografías de un lejano paisaje
que nunca es el mismo para nadie.
Lo mismo sucede con la ficticia caja
de fresones, con ese olvidado sabor
de la lengua que no sabe
a qué sabe el tiempo distante entre los labios,
entre los dedos, entre esos fugaces ojos
que siguen buscando el nombre exacto
de otras cosas, de otra forma
del silencio, de otro sudor bajo el sueño
en el ocaso irrepetible.
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