UNA HISTORIA DE ELVILLAR. CAPÍTULO 11 LLEGA LA PRIMAVERA.

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UNA HISTORIA DE ELVILLAR

Aventuras y desventuras de un "Villarejo" de la familia García de Santiago.

Autor: Daniel Olano Pérez

A Daniel por su creación y amistad.

Estos hechos comienzan a finales del S. XII y terminan a mediados del S. XIII, en plena Edad Media, y narran la vida de un VILLAREJO nacido en el seno de una familia y en una época, quizás, equivocada.

CAPÍTULO 11

LLEGA LA PRIMAVERA

El tiempo siguió su camino convirtiendo el futuro en presente.

Ya había llegado el año 1240, y tras pasar el invierno, como de costumbre, con mucho frío, llegó la primavera.

Era comienzos de abril. Las flores brotaban por todas partes, los riachuelos corrían cantarines sorteando grandes pendientes y recovecos pedregosos a los que se aferraba una nueva vida llena de colorines y algunos árboles dispersos, que, poco a poco, sin prisas pero sin pausas, iban frenando ese ímpetu juvenil, que buscaba sin cesar otros ríos más grandes para poder llegar hasta el Ebro.

Juanillo, a quien después de la muerte de su buen amigo Alfonso durante una trifulca con las huestes castellanas, le habían nombrado Alcaide de la fortaleza de Labraza... junto a su esposa Beatriz y su prole, seguían caminando por la vereda incierta de la vida, que en ocasiones parecía nublarse pero siempre renacía iluminada por un espléndido sol, aunque estuviese salpicada de dolor, pero también de esperanza y alegría.

Pedrico, al cual ya comenzaban a llamar Pedro, era el mayor de todos ellos. Tenía 23 años y estaba a punto de echar a volar por su cuenta. Le seguía su hermana Leyre con 16 años, más otros dos hermanos llamados Ernesto, más conocido por Txesto y Daniel a quien todos llamaban Danielito de 15 y 11 años.

Las viñas comenzaban a vestirse de verde, mientras las golondrinas recobraban sus antiguos nidos y las más jóvenes construían los suyos debajo de los tejados de la Villa. Todo era alegría y ganas de volver a soñar de nuevo.

Pero Juanillo sabía por experiencia que con el buen tiempo, también empezaban a llegar mesnadas castellanas, siempre con la ambición de conquistar aquel reino que era su reino y que él defendería a costa de lo que fuera. ¡Era la tierra de sus ancestros!... ¡era su tierra y la tierra de sus descendientes!... ¡era Navarra!

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