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domingo, 14 de enero de 2024

PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO: 8 COMUNEROS LA REVOLUCIÓN DE CASTILLA. ENGEL DE LA CRUZ.



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PARA SALIR DE LA IGNORANCIA Y EL ENGAÑO... LEE LIBROS DURANTE TODO EL AÑO.


8 Comuneros la revolución de Castilla.

Autora:  Engel de la Cruz.



Para aquellos que nunca pierden la esperanza.
Engel de la Cruz.             


PREFACIO: ICÓNICO, IRÓNICO, INSÓLITO


… Este momento de la historia es icónico, irónico e insólito.

Porque se ha transformado en una imagen clavada en el subconsciente colectivo donde tres caballeros se enfrentan con la muerte sin que aparezca ni un solo esbozo de arrepentimiento ni deshonra. Solo la mirada serena y digna de quien ha comprendido que todo lo que se crea, no se destruye y que, de alguna manera, su historia se escuchará. Icónico.

Porque una derrota en un campo castellano, castigado por el lodo de una lluvia que bien parecía un castigo bíblico, significó más que una victoria fatua, unos fuegos artificiales que ascienden, brillan hasta cegar y desaparecen. Porque su derrota fue la victoria sobre el peor enemigo, que es el olvido, y bajo su recuerdo hoy el pueblo que se siente unido celebra cada año, baila y festeja. Irónico.

Porque por primera vez, en los albores de la era del absolutismo, un puñado de frailes, de curas y de funcionarios se atrevieron a mirarse a ellos mismos desde el pasado y dialogaron con el futuro, atreviéndose a ser hombres de bien cuando la vida los pedía que simplemente fuesen súbditos. Porque en esta historia las mujeres luchan y lloran y se ponen al frente de un ejército o desafían las leyes de su sangre para ser ellas, cuando la vida les pedía que fuesen las mujeres y las hijas de ellos. Insólito.

Este es un libro de historia. Y aunque la historia nunca deja de ser historia, tampoco deja de estar movida por lo único que existe: el amor...



Antes de meternos de lleno en nuestra historia, es necesario retroceder en el tiempo unos cuantos años. Puesto que Isabel la Católica mure en 1504 y Fernando el Católico, 1516, los protagonistas del conflicto vivieron el reinado conjunto de los Reyes Católicos, bien como testigos directos o bien desde un recuerdo más o menos lejano.

El impacto y el legado de sus católicas majestades no es desdeñable, ya que su reinado supuso una verdadera renovación dentro de las difusas y anquilosadas relaciones entre la corona, los nobles y el resto de la población. Odiados por muchos y ensalzados por otros, desde un punto de vista objetivo no puede negarse que supieron cumplir con su objetivo: concentrar el poder en torno a su persona...



…Decir que la Revolución de las Comunidades tiene una base principalmente económica es decir una verdad a medias. Muchos han sido los autores que han definido a este movimiento como un movimiento meramente antifiscal y de carácter materialista. Para ellos, un pueblo llano hambriento, una burguesía descontenta con las políticas económicas que favorecían únicamente a las ciudades exportadoras y unos impuestos abusivos fueron el auténtico motor de la revolución...



En 1504, se inicia un período especialmente duro. La muerte de la reina Isabel coincidió con unos años de severas sequías y epidemias, llegando a su punto álgido en 1507, cuando la crisis agrícola, acompañada de un fuerte brote de pestilencia, hizo que este año fuese terrorífico. Según el cronista toledano Pedro Alcocer, en este año <…las tres lobas rabiosas andavan sueltas, que eran hambre, guerra y pestilencia>. El panorama, pues, no podía ser más desolador. Pero las fuerzas de la naturaleza, dentro de su ordenado caos, concedieron una tregua al año siguiente, donde el clima fue más benigno y empezaron de nuevo las buenas cosechas. Esta recuperación económica coincidió con la vuelta de Fernando de Aragón como regente del reino tras la muerte de su yerno Felipe el Hermoso, casualidad que muchos personajes coetáneos convirtieron en causalidad: igual que la muerte de la reina católica trajo la desgracia, el regreso de su esposo trajo la bonanza, lo que denominaron <el año verde>



En 1517, habiendo pasado un año desde la coronación de Carlos I, la ciudad de Burgos propuso reunir Cortes con el fin de provocar la llegada del soberano. Esta reunión sería ilegal, ya que según la jurisdicción solo el rey podría convocar Cortes y su propuesta fue rechazada por ciudades como Toledo, donde el cabildo pedía prudencia y paciencia a los procuradores. Aun así, la presión y el miedo a que el infante Fernando, hermano de Carlos, pudiese ganar adeptos y producirse una guerra civil hizo que finalmente la escuadra borgoñesa pusiese rumbo a la costa cantábrica.

Podemos imaginar el estupor que sintieron los lugareños cuando el 19 de septiembre de ese año vieron nada más y menos que cuarenta naves en las que viajaba junto al rey un séquito de unas doscientas personas. El desembarco con su honroso recibimiento iba a producirse en Santander, pero quiso la fortuna que arribasen en la playa de Tazones, cerca de Villaviciosa, donde nadie esperaba tan magno acontecimiento y los vecinos, lejos de alzarse en vítores, huyeron despavoridos hacia el interior creyendo que iban a ser atacados e incluso, los más valientes, quisieron hacer frente con palos y horcas a quienes pensaban que eran piratas...



Codiciosos. Ese adjetivo que ya hemos repetido varias veces no fue un epíteto puesto en vano por las gentes del reino. La proclamación de Carlos como rey de Castilla era muy conveniente para ellos por dos motivos: aumentar las posibilidades de conseguir el imperio y poder traspasar fondos a un país arruinado. Aunque el concepto de <deuda pública> suene a tiempos modernos, es una realidad existente desde la misma creación de los estados. A la muerte de Fernando el Católico, la economía castellana estaba bastante saneada, con un comercio en expansión y un notable crecimiento demográfico y mercantil. La situación en esos momentos era totalmente opuesta en Flandes: la corte mantenía su lujoso esplendor, pero estaba ahogada por las deudas y los créditos que había solicitado a banqueros privados e incluso al propio rey de Inglaterra. Aparte de esta deuda, era necesario recaudar fondos de la manera más rápida posible para sufragar por un lado la elección de Carlos como rey de romanos en 1518 y como emperador al siguiente año.

Ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico conllevaba convertirse en el hombre más poderoso de Europa...



El 7 de noviembre fue remitida una carta desde Toledo hacia Castilla, la cual suponía una autentica declaración de intenciones:

<Paréceme que sobre tres cosas nos debemos de juntar y platicar y sobre la buena expedición de ellas enviar nuestros mensajeros a Su Alteza; conviene a saber: suplicarle lo primero, no se vaya de estos Reinos de España; lo segundo, que en ninguna manera permita sacar dinero de ella; lo tercero, que se remedien los oficios que están dados a extranjeros en ella>…



Don Carlos, que se encontraba en este tiempo en Aragón haciéndose jurar en Cortes, rechazó la petición de que se le manden mensajeros. Esta postura implicaba en cierta o bastante medida que el rey no estaba dispuesto a atender los asuntos de Castilla mientras estuviese en Aragón y viceversa. En el ayuntamiento de Toledo, los regidores, entre los que se encontraban Pero Laso de la Vega, Pedro Ayala y Hernando Ávalos, recibieron el rechazo entre el estupor y el enfado. Entre esta lista de regidores se encontraba también un nombre que se ha convertido en sinónimo indiscutible de la Revolución comunera: Juan Padilla.

Sobre los orígenes de este caballero se ha escrito mucho, por pertenecer este a un linaje destacado dentro de la media nobleza castellana. Pero no todo lo que se ha escrito tiene por qué ser real, ya que aparte de encontrarnos con un personaje histórico, también se asocia al arquetipo de héroe, y no hay héroe que no tenga un origen mítico tras él...


Segovia será la primera ciudad donde empezó a reinar el terror y en la que tuvieron lugar los acontecimientos más violentos. Reunidos los recaudadores de impuestos de la población, la mayoría protesto contra la política real y acusó al corregidor y a los altos funcionarios de haber traicionado a la población permitiendo que se votase el servicio. Uno de los funcionarios allí presentes, Hernán López Melón, mostró su disconformidad con tales acusaciones, llegando a amenazar a aquellos que se quejaban de las disposiciones reales. La indignación que causaron sus palabras llevó a que una multitud enfurecida lo linchase y le causase la muerte. Lo mismo sucedió con otro funcionario que protestó al día siguiente de los hechos por el terrible asesinato cometido...


El 10 de junio, el alcalde Ronquillo recibió desde la corte la orden de investigar el crimen del procurador. Puesto que en medio de la sublevación no se podía hacer nada, se decidió recudir a medidas más drásticas empleando la fuerza. La ciudad fue sitiada por tropas imperiales comandadas por el alcalde Ronquillo. Finalizando el mes y viendo Ronquillo que la ciudad, capitaneada por el regidor Juan Bravo, no se rendía, decidió pedir que acudiesen más tropas imperiales para recrudecer el asedio.

Juan Bravo nació en Atienza en 1484, siendo su padre el alcalde de la ciudad y su madre María de Mendoza, por lo que era primo materno de María Pacheco. Curiosamente, también guardaba algún parentesco lejano con el obispo Acuña. En 1516, fue nombrado capitán por el cardenal Cisneros para formar parte de un cuerpo de guardia de la Corona, proyecto que fue desechado por la alta nobleza y que conllevó que Bravo empezase a oponerse al rey y a los grandes, dando paso a su etapa como líder revolucionario...


Llegaron al fin a la plaza de Villalar, donde se encontraba el cadalso. Allí fueron sentenciados sin juicio previo, dada la urgencia que se tenía para ejecutarlos. Juan Bravo pidió morir en primer lugar porque no quería ver cómo moría Padilla. Este se lamentó al ver la cabeza cercenada de su amigo y dijo:  <¿Ahí estáis vos, buen caballero?>. Miró detrás de él y vio a Enrique de Sandoval y Rojas, hijo del marqués de Denia, al cual encomendó un relicario y un rosario de oro que llevaba al cuello para se lo entregase a su esposa. Se arrodilló musitando una oración y le pidió al verdugo, el cual acometía su servicio con una gran espada, que fuese más ligero que como había sido con Juan Bravo. Su cabeza fue cortada de la misma manera, al igual que la de Francisco Maldonado, el último en subir al cadalso.

Juan Padilla tenía apenas 30 años; Juan Bravo, 37, y Francisco Maldonado, 41.

Toda esta escena tuvo lugar ante la brillante mirada de los capitanes del Ejército realista: el condestable, el almirante, el duque de Medinaceli y el conde de Haro entre otros.

Las cabezas fueron clavadas en una pica para que el pueblo pudiese ver el cruel destino que les esperaba a los traidores del rey...


María Pacheco, la leona de Castilla.

<¿Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas?>

<No sé que pecados fueron los vuestros, para que os cupiese en suerte marido tan poco sabio, y a él cupiese mujer tan sabida. Suelen ser las mujeres naturalmente piadosas, y vos, señora, sois cruel; suelen ser mansas, y vos brava; suelen ser pacíficas, y vos sois revoltosa; y aún suelen ser cobardes, y vos sois atrevida>.

Con estas palabras se dirigía fray Antonio de Guevara a la propia María Pacheco. El reproche, el recelo y el enfado hacia una mujer que, simplemente, había tomado las riendas de su vida y de toda una ciudad.

Como si de una Eva bíblica se tratase o una Helena de Troya, María sería la causante de la guerra al poner a su marido, hombre tranquilo y maleable, ideas perversas de traición al rey. Así parece la figura de doña María como la de una Lilith ambiciosa y su marido como un Adán manso que, al dejarse someter por su mujer, provocó la perdición no solo suya, sino de miles de hombres que corrieron una suerte funesta...
 

María López de Mendoza y Pacheco, la leona de Castilla, la centella de fuego, la última comunera o el último comunero, la brava hembra, nació en Granada, seguramente el 14 de marzo de 1947. Su linaje era uno de los más poderosos de España, siendo hija de uno de los grandes más destacados de la época: don Íñigo López de Mendoza, marques de Mondéjar y conde de Tendilla...


Las campanas de todas las parroquias toledanas tañeron al mismo tiempo y una multitud se congregó delante de la casa del capitán toledano dando muestras de dolor, llorando y gimiendo con gran pena. Ningún príncipe fue tan llorado en la ciudad como Juan de Padilla. En cuanto a su viuda, quedó deshecha de dolor, pero no destruida. Con más ímpetu impulsó la causa toledana, atrincherándose en el alcázar con las milicias comuneras, reclutando soldados y recaudando impuestos. Como relata uno de sus criados: <A cabo de ocho días, como varonil señora, cubierta de luto toda y sus andas, se mudó al Alcázar y dallí comenzó a apercibir la defensión de la ciudad contra el Prior de San Juan (…) porque, como decía ella, si se saliera o rindiera luego, hubieran de maltratar al pueblo>.




Me despido con CANTO DE ESPERANZA, del romance LOS COMUNEROS de Luis López Álvarez:

<1521
y en Abril para más señas,
en Villalar ajustician
a quienes justicia pidieran.
¡Malditos sean aquellos
que firmaron la sentencia!
¡Malditos todos aquellos
los que ajusticiar quisieran
al que luchó por el pueblo
y perdió tan justa guerra!
Desde entonces, ya Castilla
no se ha vuelto a levantar
¡ay, ay!
no se ha vuelto a levantar
en manos de rey bastardo
o de regente falaz,
¡ay, ay!
o de regente falaz,
siempre añorando una junta
o esperando un capitán
¡ay, ay!
o esperando un capitán.
Quién sabe si las cigüeñas
han de volver por San Blas,
si las heladas de Marzo
los brotes se han de llevar,
si las llamas comuneras
otra vez crepitarán:
cuanto más vieja la yesca,
y más duro el pedernal:
si los pinares ardieron,
¡aún nos queda el encinar!>.



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