UNA HISTORIA DE ELVILLAR. CAPÍTULO 6 PEDRICO Y JUANILLO DE PASTOREO CON OTROS MOCETES.

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UNA HISTORIA DE ELVILLAR

Aventuras y desventuras de un "Villarejo" de la familia García de Santiago.

Autor: Daniel Olano Pérez

A Daniel por su creación y amistad.

Estos hechos comienzan a finales del S. XII y terminan a mediados del S. XIII, en plena Edad Media, y narran la vida de un VILLAREJO nacido en el seno de una familia y en una época, quizás, equivocada.

CAPÍTULO 6

PEDRICO Y JUANILLO DE PASTOREO CON OTROS MOCETES

Ya sin padre, sus hijos Sancho y Juan se hicieron cargo de la pequeña hacienda, aunque de hecho ya lo estaban ejerciendo desde hace unos cuantos años.

Dicha hacienda contaba en esos momentos..., aparte de cuatro viñas bastante majas, cinco corricos para sembrar cereal esparcidos por la jurisdicción y una huerta detrás de la casa..., con cuatro cabras que les proporcionaban leche para toda la familia, tres ovejas que, aparte de queso, también les daban lana, y dos gorrinos, que bien cuidados y con un poco de suerte, serían la despensa para el próximo año, y una fuente de ingresos para pagar las rentas, los diezmos y primicias. También disponían de dos caballos con sus correspondientes arreos, que utilizaban para la labranza y una burra para los transportes de pequeñas cargas y desplazarse por el entorno...

Era muy de mañana cuando se juntaron para llevar el rebaño que habían reunido para pastar a las inmediaciones de la sierra, provistos de unas alforjas con alimentos para pasar el día y los tres perros de los conejeros, expertos en el cuidado del ganado, y como no podía ser de otra forma, grandes cazadores de liebres, conejos, perdices y codornices, aunque estas dos últimas casi siempre lograban escapar de las fauces de los caninos...

El día era hermoso, con el cielo totalmente azul, algunas pocas fincas segadas y una suave brisa que mecía la mies de las que, en su mayoría, aún no lo estaban... Y a sus espaldas la inmensa muralla de la sierra de color verde intenso debido a su abundante follaje y encinas, así como unas enormes rocas peladas que escondían algunas cuevas y que llegaban hasta la cima, coronando la sierra a todo lo largo de ella...

Andaban al paso del rebaño comentando la caza de Pedro, cuando oyeron tocar las campanas de Laguardia y más y más a lo lejos el eco de las de Elvillar.

Juanillo que era el que siempre estaba más ojo avizor, señaló hacia el Ebro en dirección un poco al este de Laguardia, diciendo:

-¡Eh, mirar allí!

Desde donde estaban se divisaba una enorme columna de polvo que envolvía a un gran grupo de soldados y jinetes con sus caballos, más unas carretas, y además, el primer grupo de soldados se les veía con grandes estandartes, que desde donde estaban, no conseguían distinguir si eran navarros o castellanos.

Entonces dijo Juanillo:

-Seguro que son castellanos que van a Laguardia parmar follón, porque si serían navarros no hubiesen tocau las campanas... y además son muchos...

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